PABLO GARCÍA CASADO

LECTURA CON ESCOLARES

Me he sentado  en la silla del maestro. Escuchan las palabras de la professora, mi biografía y un breve comentario personal. Cariñoso, educado, agradecido. Me pregunto para qué me han llamado, cuál es mi aportación a su itinerario  educativo. En qué me diferencio de un museo o de una fábrica de gaseosas. ¿Soy también una actividad extraescolar?

Ahora es mi turno. Ahora debo leer un poema de Luis Rosales, este es el año Rosales, según mandato del Ministerio. Ya no es hora de pensar sino de vivir. Y luego van mis poemas, esa mezcla destilada de fracasos, obsesiones y verdades a medias. Ellos siguen ahí, quietos, como fieras dormidas. Las palmas sobre la mesa, pensando en el fútbol, en su móvil y los tangas de colores. Y yo hablando del tiempo, de mis náuseas, de mis pequeños naufragios. Hablándoles de la muerte en todas sus manifestaciones.

Si tuviera su edad, si fuera ellos, debería saltar de la silla, derribar la puerta. Salir a buscar ese mondo que me espera efervescente. Pero no lo soy. Pero no lo fui. También como ellos sentí el miedo a lo desconocido. El miedo a no ser escuchado, a no ser amado. Ese miedo los mantiene atados al pupitre. El miedo y su hermana gemela: la obediencia.

Yo también tengo miedo. Por eso sigo leyendo, uno a uno, mis poemas.

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LEITURAS COM ESTUDANTES

Sentei-me na cadeira do mestre. Escutam as palavras da professora, a minha biografia e um breve comentário pessoal. Carinhoso, educado, agradecido. Pergunto-me porque me convidaram, qual é o meu contributo para o seu itinerário educativo. Em que me distingo de um museu ou de uma fábrica de gasosas. Sou também uma actividade extra-escolar?

Agora é a minha vez. Agora devo ler um poema de Luis Rosales, este é o ano Rosales, segundo directiva do Ministério. Já não é hora de pensar, mas de viver. E seguem logo os meus poemas, essa mistura destilada de fracassos, obsessões e meias verdades. Eles continuam aí, quietos, como feras adormecidas. Palmas sobre a mesa, pensando no futebol, no telemóvel e nas tangas às cores. E eu a falar do tempo, das minhas náuseas, dos meus pequenos naufrágios. Falando-lhes da morte em todas as suas manifestações.

Se tivesse a sua idade, se fosse um deles, provavelmente saltaria da cadeira, derrubaria a porta. Sairia a buscar esse mundo, que me espera efervescente. Mas não sou. Mas não o fui. Também como eles senti o medo do desconhecido. O medo de não ser escutado, de não ser amado. Esse medo mantem-nos amarrados à carteira. O medo e a sua irmã gémea: a obediência.

Eu também tenho medo. Por isso continuo a ler, um por um, os meus poemas.