VÍCTOR BOTAS
HISTORIA ANTIGUA
Temístocles contempla victorioso,
bajo el alto penacho de crin trémula al viento,
el mar de Salamina - cabrilleo
de espumas, azules ondas, naves
a la deriva y
esa leve calma opalescente,
preludio del crepúsculo. Pisa,
de cuando en cuando, caras machacadas,
brazos, testículos, que el golpe
(no certero: casual) de alguna espada
derramó ensangretados
en cubierta.
Luce César, camino
de las aras de Júpiter, allá en el Capitolio,
cubierto de cadenas para pasmo
de Roma, al gran Vercingetorix,
antes de darle muerte,
mientras nubes de incienso y lentos flámines
suspiran en honor
de los dioses amigos de las siete colinas.
Urbano
el Papa anuncia desde su
áurea silla curul/curil, que irán
al cielo quienes
tomen las armas (y la cruz)
contra el infiel que ocupa Tierra
Santa - Aquí,
aquí, sí que hubo, sin
figura retórica ninguna, bulas
para difuntos
futuros.
Indios
conversos a cristazo limpio.
Negros
que Europa puso al tajo para hacer
las Américas.
Estirados ingleses
que pasan sonriendo fusta en mano
junto al sagrado Ganges,
saludan delicados a una lady preciosa, cogen
la metralleta
y se van tan campantes a borrar para siempre
del mapa aquel tenor que
se llamaba Adolfo,
a golpes de hamburguesas, donuts y
cocacola.
Cuántas
barbaridades. Cuántas.
Y muy de agradecer, seguramente.
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HISTÓRIA ANTIGA
Temístocles contempla vitorioso,
sob o alto penacho de crina trémulo ao vento,
o mar de Salamina - cabreado
de espumas, ondas azuis, naves
à deriva e essa neblina opalescente,
prelúdio do crepúsculo. Pisa,
de quando em vez, caras destroçadas, braços
soltos, testículos que o golpe
(não certeiro: casual) de alguma espada
derramou ensanguentados
na coberta.
Exibe César, a caminho
das aras de Júpiter, ali no Capitólio,
coberto de cadeias para pasmo
de Roma, o grande Vercingétorix,
antes de o matar,
enquanto nuvens de incenso e lentos flâmines
suspiram em honra
dos deuses amigos das sete colinas.
Urbano
o Papa anuncia desde a sua
áurea cadeira curul/curil, que irá
para o céu quem pegue
nas armas (e na cruz)
contra o infiel que ocupa a Terra
Santa. - Aqui,
aqui é que houve,sem
figura retórica nenhuma, balas
para defuntos
futuros.
Índios
convertidos a porrada limpa.
Negros
que Europa pôs no cepo para fazer
as Américas.
Estirados ingleses
que passam sorrindo, chibata na mão,
junto ao sagrado Ganges,
saudam delicados uma lady primorosa, agarram
na metralhadora
e partem ufanos a limpar para sempre
do mapa aquele terror que
se chamava Adolfo,
a golpes de hamburguers, donuts
e coca-cola.
Quantas
barbaridades. Quantas.
E para agradecimento, seguramente.
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