CANCIONES
Como náufragos que se hubieran salvado asidos a cajones, pedazos de
remos, toneles, restos de maderamen,
fragmentos de mi vida sobreviven asidos a canciones.
Sobrevive una noche del verano de 1958.
En el Hotel "Marycielo" de Sangenjo hay un asalto-baile infantil.
Aquella niña de mi edad - o sea, mayor que yo - con aquel traje de lamé
dorado,
ceñidita y esbelta como una burbuja de Freixenet.
El vocalista de la orquestra tropical se acaramela:
"Corazón, corazón, no me quieras matar, corazón."
Yo soy muy tímido, y no sé bailar.
y el Cardenal Segura había dicho que bailar era pecado.
Mi familia va a trasladarse de Santiago a las incertidumbres de Pamplona.
Verano de 1951. Catorce años. Estoy en La Estrada con los abuelos.
Por todas partes vuela "La Picolissima serenata" de Renato Carosone
y yo, al despedirme,
les pido a mis amigos Pepiño y Santi Quintáns que me escriban la letra
y me la llevo al mañana en un papelujo arrugado.
Comienzo el curso 1961-62 en el Instituto "Ximénez de Rada".
Yo soy "el nuevo" y estoy alli como una vitrina de cristal de Bohemia en
un cuartel de Caballería.
Aquellos duros navarros cantan en los passillos
no la "Picolissima serenata" sino una canción que jamás había oído:
"Esperanza, Esperanza, solo sabes bailar de "cha-cha-chá",
y yo la aborrezco desde mi esquina de soledad.
Ahora sesenta y tantos. Estoy ya en la Universidad. Se celebra el Festival
de San Remo.
Gana Gigliola Cinquetti en blanco y negro
y a la mañana siguiente llegan al aula aqueles cinco frailes agustinos
-Aguirre, Mateo, Doñoro, Hurtado y Madoz-
cantando "Non ho l'età", música y letra.
1976. Bajo de la cima del Pic d'Aillary con Fernando Múgica. Una
ascensión perfecta.
La tarde pone sobre la nieve del Castillo de Archer y el Bisaurín una luz
rosada inexplicable
y nosotros entonamos ante aquel paisaje -y como para él- "Flor de azalea".
Llevo a mis hijos al colegio en la "Vanette-Coach" - Granada, ya avanzados
los 80-.
Aullar en común une mucho a las familias,
y a bordo recorremos todo nuestro repertorio doméstico,
desde el rock duro de "Lo mejor que me puede pasar es que me coma un lobo"
hasta el estilo Disney de "Si todos los perros del mundo se dieran la mano",
pasando por "Sé puntual" -una canción con mensaje-
y el intermedio publicitario del "Matari", poderoso reconstituyente de las
imaginaciones.
Melodiás, momentos. Nieves de antaño...
31-VII-2011
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CANÇÕES
Como náufragos que se tivessem salvo agarrados a caixotes, pedaços de
remos, tonéis, restos de madeirame,
fragmentos da minha vida sobrevivem agarrados a canções.
Sobrevive uma noite do verão de 1958.
No Hotel "Marycielo" de Sangenjo há um assalto-baile infantil.
Aquela menina da minha idade - ou seja, mais velha que eu - com aquele traje de lamé
dourado,
cingida e esbelta como uma borbulha de Freixenet.
O vocalista da orquestra tropical, melífluo:
"Coração, coração, não me queiras matar, coração".
Eu sou muito tímido e não sei bailar
e o Cardeal Segura tinha dito que bailar agarrado era pecado.
A minha família vai mudar-se de Santiago para as incertezas de Pamplona.
Verão de 1961. Quatorze anos. Estou em La Estrada com os avós.
Por todo o lado voa a "Picolissima Serenata" de Renato Carosone.
e eu, ao despedir-me,
peço aos meus amigos Pepiño e Santi Quintáns que me escrevam a letra
e levo-a de manhã num papelucho amarrotado.
Começa o curso de 1961-62 no Instituto "Ximénez de Rada".
Eu sou o "caloiro" e estou ali como uma vitrina de cristal de Boémia num
quartel de Cavalaria.
Aqueles duros navarros cantam nos passeios
não a "Picolissima Serenata", mas uma canção que nunca ouvi:
"Esperanza, Esperanza, só sabes bailar cha-cha-chá",
e eu aborreço-a desde a minha esquina de solidão.
Anos sessenta e tantos. Estou na Universidade. Celebra-se o Festival
de San Remo.
Ganha Gigliola Cinquetti a preto e branco
e na manhã seguinte aqueles cinco frades agostinhos
- Aguirre, Mateo, Doñoro, Hurtado e Madoz -
cantando "Non ho l'età", música e letra.
1976. Abaixo do cume do Pic d'Aillary com Fernando Múgica. Uma
ascensão perfeita.
A tarde deposita sobre a neve do Castillo de Acher e o Bisaurín uma luz
rosada inexplicável
e nós entoamos ante aquela paisagem - e como para ela - "Flor de azalea".
Levo os meus filhos ao colégio na "Vanette-Coach" - Granada, já avançados
os 80-.
Uivar em comum une muito as famílias,
e a bordo percorremos todo o nosso repertório doméstico,
desde o rock pesado de "O melhor que me pode acontecer é que me coma um lobo"
até ao estilo Disney de "Se todos os cães do mundo dessem as mãos",
passando por "Sê pontual" - uma canção com mensagem -
e o intervalo publicitário do "Maturí", poderoso reconstituinte das
imaginações.
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Melodias, momentos. Neves de antanho...
31-VII-2011
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