JON JUARISTI
PALINODIA
A Martín
No te roce siquiera la piedad
si, al hojear el álbum de guardas desvaídas,
un colegial de floja cazadora,
duyos ojos presagian el alcokol
de los años inhóspitos questaban al acecho,
te mira desde el fondo del retrato
como si nunca hubiese roto un plato.
Te engañarás si tomas por finura de espíritu
tal expresión, pues nada había de eso.
Yo lo conocí bien. Poseía tan sólo
un rara panoplia de estrategias mezquinas
para salvar el tipo. Pensaba el muy estúpido
que la de la inocencia
no era mala aparencia.
Pero la prematura rigidez pesa pronto
y además no amortiza el esfuerzo invertido.
Los réditos que rinde son paja dada al viento.
Vas listo si pretendes sacarle otro provecho
que la fama de santo (lo que no es para tanto).
Escapó como pudo, abriendo una tornera,
hacia donde sentía bullir la primavera.
Y, para su desgracia, se dio cuenta a deshora
de que algunos aromas le sentaban fatal
(sobre todo, el de ciertas florecillas del mal).
Anduvo dando tombos de jardín en jardín,
reprimindo la náusea, hasta que un día, al fin,
no tuvo más remedio, dada su edad ya crítica,
que meterse en política.
Pero tampoco en ésta le lució mucho el pelo,
pues arreglar el mundo no es tarea al alcance
de quien tiene su casa en permanente ruina.
Pure, perte, sa vie. No guardaría ni
un rescoldo de amor de aquelles tiempos
de ilusiones y dulce desvarío.
No te roce siquiera la piedad, hijo mío.
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PALINÓDIA
Para Martín
Que a piedade nem sequer te roce
se, ao folhear o álbum de capas desbotadas,
um colegial de jaqueta negligente,
cujos olhos pressagiam o álcool
dos anos inóspitos que estavam à espreita,
te observa desde o fundo do retrato
como se nunca tivesse partido um prato.
Enganas-te se tomas por finura de espírito
tal expressão, pois nada havia disso.
Eu conheci-o bem. Possuía apenas
uma rara panóplia de estratégias mesquinhas
para salvar o género. Pensava, o grande estúpido,
que isso da inocência
não era má aparência.
Mas a prematura rigidez pesa depressa
e, além disso, não amortiza o esforço investido.
Irás longe se pretendes sacar outro proveito
que a fama de santo(o que não é para tanto).
Escapou como pôde, abrindo uma seteira
para onde sentia bulir a primavera.
E, para sua desgraça, deu-se conta a desoras
de que alguns aromas o deixavam extasiado
(sobretudo, o de certas florinhas do mal).
Andou aos caídos de jardim em jardim,
reprimindo a náusea, até que um dia, por fim,
não teve outro remédio, dada a sua idade já crítica,
que meter-se na política.
Mas tão pouco nesta lhe brilhou muito o pelo,
pois consertar o mundo não é tarefa ao alcance
de quem tem a sua casa em permanente ruína.
Pure, perte, sa vie. Não guardaria nem
borralho de amor por aqueles tempos
de ilusões e doce devaneio.
Que a piedade não te roce sequer, meu filho.
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